Carta a papá.
Estaba
leyendo tu libro favorito sentado en la terraza de La Casa de la Palmera y me
he acordado de ti. El edificio que había antes lo han derribado, fue un momento
duro para el barrio. Ahora vivimos aquí, sé que te gustaba mucho esa casa, pero
estoy seguro de que la de ahora también te gustaría. ¿Te acuerdas de cómo era? pasábamos
por ahí todos los domingos para ir al mercado y jugar en la plaza, y siempre me
decías que tu habías estudiado allí, que siempre ibas con tu amiga la que
trabaja en el bar de la esquina, el Bar Flor. Ella ya no está, pero todas las
mañanas, cuando voy a trabajar, me cruzo con su hija. Aún se acuerda de mí.
Me
gusta volver a vivir en el barrio, y me gusta que mis peques vayan a crecer en
el lugar donde lo hice yo. Me recuerdan mucho a mi hermana y a mí, están muy
unidos y riñen mucho como hacíamos nosotros. Están disfrutando mucho del
jardín, juegan con la polea como tú de pequeño, y cada día inventan una manera
diferente de jugar con la palmera. Les he contado muchas veces la historia de
porque es tan importante y ahora la adoran. A veces los dejo solos en el patio
y subo al mirador de arriba a leer mientras miro como juegan. Por las noches me
quedo abajo con ellos, el barrio ya no es lo que era y las noches no son tan
seguras. Cuando hace frio jugamos dentro, los rincones de la casa se convierten
en refugios cuando juegan, y las escaleras son su lugar favorito de la casa.
Suben, bajan, corren, juegan sentados, la usan de mesa, de silla o de espacio
por el que lanzar cosas.
Entre
semana llevamos una rutina un poco ajetreada, nos despertamos temprano, aunque
casi siempre me despiertan ellos a mí, aprovechan la puerta que conecta
nuestras habitaciones. Un día la cerrarán para tener su privacidad, pero por
ahora me encanta que entren corriendo y gritando “Ya es de día, despierta papi
que hay que ir al cole”. Desayunamos en la mesa de la cocina con un rayito de
sol que nos da energía para empezar el día. El mayor ya se viste solo pero la
pequeña necesita algo de ayuda, aún no ha cumplido los cuatro. Luego los llevo
al cole, que nos pilla cerca de casa, y voy en bici hasta el trabajo. De lunes
a jueves, mi hermana los recoge y comen con ella y los primos, solo tengo una
hora para comer y no me da tiempo a comer con ellos. A los niños les encanta,
pero yo estoy deseando que llegue el viernes, que trabajo solo por la mañana,
para comer con ellos. En cuanto salgo, los recojo y damos un paseo antes de
llegar a casa. Estos días no para de llover, preferimos no entretenernos mucho
y volver rápido. Si tienen tareas de clase por hacer, nos ponemos en la mesa de
la cocina y les ayudo, y si no les han mandado nada nos dedicamos a leer entre
los tres.
La hora
de la ducha es siempre un momento especial, aunque casi todos lo son con ellos.
Les gusta bañarse juntos, y mientras están en la bañera yo me siento con ellos en
una silla que tenemos colocada pensando en esos ratos. Además, la uso cuando
les seco el pelo, se suben ahí y se lo seco mientras cantamos y reímos.
Después
de ponerles el pijama, me ayudan con la cena. Les gusta mucho cocinar, como a
mamá. Yo ceno con ellos, aunque sea temprano, y un poco más tarde me tomo algo más.
Así me cuentan como les ha ido el día, y yo les cuento como me ha ido a mí. El
mayor no habla mucho, pero la pequeña no se calla ni para comer. Después de
cenar nos sentamos un rato en el sofá, ven algo en la tele mientras se relajan,
aunque a veces más que relajarse se activan chinchándose entre ellos. Para
dormir, les cuento una historia nueva cada día. A veces me las invento, y otras
les cuento historias de cosas que hacíamos de pequeños, de viajes o alguna de
las que me contabais mamá y tú.
Se me
ha olvidado hablarte del apartamento que tenemos alquilado. Lo hicimos para
reducir los gastos de la casa, y ha sido muy buena idea. El mes pasado tuvimos
a una chica que iba un poco a su aire, pero este mes ha alquilado un chico de
unos 25 años. Está haciendo prácticas aquí y va a pasar unos meses en la casa.
Se lleva super bien con los niños, ellos siempre quieren jugar con él. A veces
tengo que llamarles la atención, pero él siempre dice que no le importa, que no
le molestan. Cena con nosotros cuando puede, y después de acostar a los niños,
nos quedamos hablando en el salón. Él me cuenta cosas muy interesantes sobre lo
que hace y yo siempre le recomiendo libros nuevos para leer. Ya sabes lo que me
gusta. Al lado a mi habitación tengo una pequeña biblioteca donde guardo todos
los libros que tengo, muchos de los que me diste tú, papá. Te gustaría mucho mi
rincón de lectura, estoy seguro.
Los
fines de semana siempre viene mamá a vernos, aunque también lo hace algunos
días entre semana, dice que así pasa mas tiempo con los niños. Al principio le
costó volver al barrio, no le gustaba ver que ya no era el mismo, pero ahora
dice que sigue teniendo la esencia de siempre y le encanta volver. Cuando le
dije que me iba a hacer una casa donde estaba la Casa de la Palmera, me enseñó
algunos muebles que guardaba de cuando vivíamos aquí de pequeños por si quería
ponerlos en la nueva casa, y eso hicimos. Tu estantería de libros, la mesa
camilla del salón, las sillas de la cocina, una cómoda que he puesto en mi
habitación y el escritorio que usábamos mi hermana y yo de pequeños. Así ella
también se siente un poco más en casa. Cuando viene los días entre semana se
queda a dormir en el dormitorio de la planta baja, ya le cuesta un poco subir
escaleras, pero si tiene que hacerlo por los niños o por subir al mirador, lo
hace, también le gusta leer allí. A la azotea ya le cuesta más, además ya sabes
que le da un poco de vértigo.
Los
viernes se queda a dormir en casa con los niños, y yo aprovecho para salir un
rato con los amigos. Sigue despertándose temprano los sábados y para cocinar
algo de cuchara, y cuando los niños se despiertan le ayudan a hacer bizcocho o
algún postre de los que se le ocurren. Llena la casa de olor a especias, a
caldo o a bizcocho, a hogar. Si salimos a comer fuera, ella cocina igual, dice
que así ya tenemos comida para otro día. Las tardes las solemos aprovechar para
pasear por la playa, o tomarnos un café mirando al mar. Es una suerte tenerlo tan
cerca, mamá dice que lo echa de menos ahora que lo tiene lejos.
Los
domingos nos gusta juntarnos con los amigos, aprovechamos el patio, juntamos
varias mesas y comemos todos juntos ahí. Me gusta mucho ver la casa llena de
gente, cuando éramos pequeños siempre había gente en casa, las primas, las
titas, los amigos. Ahora hacemos lo mismo en esta casa, da gusto ver
movimiento.
Estamos
muy bien en esta casa, muy felices, acordándonos mucho de ti y echándote de
menos. Le hablo mucho a los niños de ti, no te preocupes, siempre se van a
acordar de ti.
Te
quiero papá.
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